Cuando nacemos, nuestro cerebro no ha completado su desarrollo. El cerebro de los niños y adolescentes está madurando, cambiando, desarrollándose. Para realizar ese camino de una forma adecuada necesita un cerebro adulto con el que conectarse y regularse.
A partir de las experiencias vitales y las interacciones con los papás, el cerebro de los niños construye un filtro a partir del cual valorará y responderá a las experiencias de su vida.
Estas experiencias, aunque dentro del curso normal de la vida, pueden ser muy desestabilizadoras para los niños… Un fracaso escolar, la separación de los progenitores, una discusión con amigos… pueden ser situaciones muy estresantes y frustrantes para ellos, no olvidemos que su cerebro aún está en desarrollo. La vivencia de estas experiencias será crucial a la hora de definir su identidad y su bienestar personal.